martes, 27 de marzo de 2012

El reino de los cielos

Cordero es el libro que estoy terminando de leer y que me ha encantado. Trata en tono de humor la vida de Jesús (el libro lo llama Joshua) entre su nacimiento y su muerte. La historia está contada por su mejor amigo y he escogido un fragmento de la parte de la Pasión que me hizo soltar una buena carcajada.

—El reino está abierto a todos —dijo Joshua—. A todos, ¿lo pilláis?

Todos asentimos.

—Incluso a los romanos.

Muchos dejaron de asentir. [...]

—A mí no me han enviado a repartir ira. Entraremos en el reino a través del perdón, y no a través de la conquista. Todo esto ya lo hemos hablado. ¿Qué es lo que no he dejado claro?

—¿Y cómo vamos a echar del reino a los romanos? —preguntó Natanael.

—[...] Te lo diré una vez más: no podemos echar a los romanos del reino, porque el reino está abierto a todos.

Creo que finalmente empezaban a entenderlo. [...]

Pero en ese momento Joshua empezó con sus parábolas una vez más.

—El reino es como un campo de trigo con cizaña. No pueden arrancarse las malas hierbas sin arrancar también el grano.

Miradas de desconcierto. Y de doble desconcierto entre los pescadores, que no sabían nada de metáforas agrícolas.

—La cizaña es una mala hierba —aclaró Joshua—. Enreda sus raíces entre las del trigo, o las de la cebada, y no hay manera de arrancarla sin que se eche a perder la cosecha.

Nadie lo entendió.

—Está bien, está bien —prosiguió Joshua—. Los hijos del cielo son la buena gente y la cizaña es la gente mala. Hay de las dos. Y cuando morís, los ángeles separan a los malos y los queman.

—No lo capto —dijo Pedro, meneando la cabeza. [...]

Transcurridas tres horas, Joshua seguía intentándolo pero empezaban a terminársele las cosas que comparar con el reino, pues su favorita, el grano de mostaza, le había fallado ya en tres ocasiones.

—Está bien, de acuerdo, el reino es como un mono.

—¿Qué?

—Como un mono judío, ¿vale?

Yo me levanté, me acerqué a él y le pasé el brazo por el hombro.

—Josh, descansa un poco.

Y lo conduje hacia la ciudad, cruzando la playa.

Él no dejaba de menear la cabeza.

—Estos son los hijos de puta más tontos que hay en todo el mundo.

Cordero. El Evangelio según el mejor
amigo de la infancia de Jesucristo

Christopher Moore